... y el olor de la hierba
[Mimetizar: adquirir el color, apariencia, etc... de las cosas o seres del contorno.]
Subía la loma en mi jeep más preocupada por el pavimento mojado que por disfrutar del paisaje. Todo el camino desde la caótica entrada a Jarabacoa hasta Rancho Baiguate iba pensando en Pilar, en su cara de blanca porcelana, en su contagiosa sonrisa, que ni la radioterapia logró borrar, en sus canciones atrevidas que nunca pasaban de fucsia, en el cuento aquel de la pueica papacota. Pilar siempre hablaba de Jarabacoa porque su esposo era de allí, hablaba de lo escabrosa que era la carretera, y lo poco que le gustaba, y yo trataba de ver el trayecto a través de sus ojos, la imaginaba haciendo el mismo camino que hacía yo. Cuando tomé la ruta para llegar al Rancho empecé a escuchar el “bonzo’s montreux” de Led Zeppelin a todo volúmen, y mi pensamiento se separó de ella. Viajábamos solas la nena y yo, ella ansiosa por disfrutar de la piscina para ella, y yo ansiosa por disfrutar del paisaje de montaña y del olor de la hierba. Llegamos tarde, justo a tiempo para la primera cena, que iba a ser servida en el comedor para nosotras y un gringo que andaba desubicado, no había más nadie en el Rancho. El comedor era una casona típica amueblada con mesetas rústicas de madera, había poca luz y poco ruido. A través de la penumbra se podían observar con poco detalle los cuadros que decoraban el comedor. Ninguno era muy hermoso ni muy feo, pero uno de ellos me impresionó al instante. Era una interpretación simple, con trazos casi básicos, de una mujer, con la mirada perdida, triste, sosteniendo en su mano derecha un corazón de Jesús, era idéntica a Pilar. El gringo se sentó a cenar justo debajo del cuadro, de repente y ante mis ojos, empezó a tomar la misma posición, la misma mirada triste y el mismo tono azul del cuadro, su cara se empezó a convertir en una suerte de golpes de pincel, y toda la escena tomó la misma forma. Durante largos minutos estuve observando el fenómeno que no atribuí al cansancio y simplemente disfruté. A día siguiente durante el almuerzo sucedió exactamente lo mismo, esta vez quien se mimetizaba era una abuelita alemana, que hacía unos minutos se había estado ufanando alegremente de que a sus 65 años, había hecho rafting sin ningún incidente lamentable. Se sentó en el mismo lugar que el gringo, y su pelo empezó a cambiar de blanco a negro y su piel empezó a rejuvenecer como aquella mujer del cuadro, sin duda ella estuvo más a gusto que el gringo, o tal vez el efecto de la luz del mediodía hacía ver mucho más felices a las dos mujeres. A las siete de la noche ya me urgía cenar, venía decidida a sentarme en la misma silla que el gringo y la abuelita. Llegamos justo cuando abrían la casona, senté a Amelia frente a mí, pensé que ella sería el perfecto testigo del fenómeno, que todavía no sé si sucedió, y aunque mi cuerpo no se metió dentro de aquel cuadro, mis pensamientos sí, y esa noche disfruté de un momento que he imaginado muchas veces durante los últimos casi cinco años; esa noche, cenamos juntas Pilar y yo.
4 Comments:
That was just be-a-u-tiful!!
03 agosto, 2005 11:59
Pues ahí está: tu Pilar te estaba esperando en la Jarabacoa de su marido, dónde más?... Por eso es que me gusta decir "hasta luego" porque en realidad siempre nos volvemos a ver con la gente querida.
03 agosto, 2005 14:29
A pilar siempre le ha gustado jarabacoa, representa el único día feliz que ella tubo en su vida. Tubo que ser la más maravillosa reunión, pilar y eigna, me imagino la continuación de la historia, todo lo que se dijeron...very nice story!
04 agosto, 2005 08:46
Me trasformaste en ti
05 agosto, 2005 14:34
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