Voy a matar al periodiquero
Lo voy a matar, lo decidí, porque el maldito, se ríe de mí, lleva seis meses en eso. Yo voy tranquila, pensando en mis asuntos, oyendo a Janis Joplin, en otro sitio, seguro que con la cara puesta, la peculiar cara de enojo que me caracteriza, aunque esté pensando, por ejemplo, en Amelia, viendo la película de ayer, ¡qué libertad!, cuando Stuart Little cayó del edificio, empujado por el por el halcón, ella pegó un grito y luego soltó su particular carcajada. Yo no la mandé a callar, la dejé ser ella. Me paré en el semáforo de la Fantino Falco, esquina Lope de Vega, y el periodiquero se me acercó, a ofrecerme el periódico. Yo lo miré, con un gesto rechacé su oferta. Y entonces lo hizo. Se empezó a reir. ¿De qué se ríe? no lo sé, pero todos los días hace lo mismo, reirse, poco le falta para soltar una carcajada igual a la de Amelia. Usualmente me dan ganas de preguntarle qué diablos es lo que le produce tanta gracia. Pero hoy, bajé el vidrio, y con mi arco imaginario le atravesé una flecha en la garganta. Pero el seguía caminando como si tal cosa. Y riéndose. Riéndose de mí.
(escrito en agosto del 2002)
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