¡no fumes!

viernes, octubre 14, 2005

A sus espaldas

Cincelada como tabla de mandamientos, amplia como sus ojos, suave como la piel de Amelia cuando está dormida, tostada como las dunas de Baní en año nuevo, abierta como mi risa cuando llega el primo con su morral a recoger a los mellizos. Allí se puede plantar cualquier cosa, porque corre un río silencioso de agua clara que puede alimentar dos montañas más. Plantaré unos tulipanes esta noche, color púrpura, a la altura de su majestad. Los regaré cada semana, y poco a poco crecerán por todas partes para que la tierra no se sienta sola. Entra y sale de prisa el tiempo a ese valle, y el día se sorprende del desorden que dejó la noche. El pasto es despeinado por la brisa que silba la canción del capullito de alhelí para levantar el ánimo de las almas que todavía duermen. Hay que desperezarse, salir del ensueño y echarle un vistazo al valle. Empieza un nuevo día, que por alguna razón, será mejor que el de ayer.