la fila
Ahora sirviendo al número uno, el número dos se queja porque no termina el turno del número uno. El número tres exige el servicio rápido, me recuerda que es recomendado por el cero. El número cuatro no habla, pero ya siento su mirada en el cuello, piensa que la larga fila es mi culpa porque la dejé acumular. El número uno insiste en que su turno no ha terminado. El número siete se cuela, dice que llegó y cogió el número dos y se fué a beber un refresco, cuando volvió habían puesto la máquina en cero. Le explico que eso es cosa del cero, que no es mi problema, que haré lo mejor que pueda, pero el siete es impaciente, dice que armará un escándalo, el número uno le grita que espere su turno. Yo los ignoro. Siguen llegando, la fila es cada vez más larga. El número ocho espera una visita, el número quince espera que brinque como loca bajo la influencia, el número veinte quiere que le diseñe un papelito, el número treinta quiere resolver el saldo del arreglo de la máquina. Yo me inclino para echarle un vistazo al interminable gusano, y me dan ganas de poner el sello por triplicado de cierre, y agarrar camino para ponerme en la fila de alguien.