Un disco de Duran Duran y una National Geographic
Para mi princesa Daniela, que hoy cruza el umbral...
La vida empieza temprano. Cuando eres niño, los malos ratos son más llevaderos, te haces ideas en la cabeza de que las cosas estarán mejor, sobre todo si quienes te miran, con tus diminutos anteojos, te dicen “buenos días, doctora”. Después empieza el verdadero dolor, el dolor de la adolescencia, llena de rechazos y de miedos, no sólo tu miedo sino el miedo de los que te rodean, que empiezan a entender tu verdadera naturaleza pero no están de acuerdo con ella, y de inmediato se ponen a trabajar en un ardid para cambiar su rumbo. Ningún dolor es tan grande como el de la adolescencia, es un dolor que nunca se olvida. Me pregunto cómo reaccionaría si me cruzo con ese muchacho de 14 años que me derretía en la fiesta del club y con el que soñé bailar, y se acercó a mi mesa a invitar a mi mejor amiga, y ella, para agradarme le dijo... “no, mejor baila con ella” (señalándome a mí) el me miró, y con cara de asco dijo “no gracias”. Si hoy me cruzo con él por ahí y por obra del destino se encuentra débil, le parto el alma en dos, le saco el corazón y me lo como, mientras todavía late. La adolescencia te prepara para el mundo, aunque en ese momento el mundo parezca más grande y más injusto y más empeñado en joderte que en cualquier momento de tu existencia. Creo que dentro de todo, seguimos siendo adolescentes, solo que ahora, podemos manejar el dolor, por lo menos entretenerlo, trabajamos y nos mantenemos, no es coincidencia que haya comprado "Seven at the Ragged Tiger" de Duran Duran con mi primer sueldo, y que cuando escucho en mi carro “enjoy the silence” de Depeche Mode me sienta como la única persona en el planeta, puedo manejar sin rumbo porque después de todo, la vida termina temprano.
Words like violence break the silence...