Ella cumplió 7 años el pasado 30 de Octubre, y esa misma ella que llevé en el vientre poco menos de nueve meses, se levantó esta mañana y mientras se cepillaba los dientes, sintió un dolor extraño, yo la revisé, y ¡oh sorpresa!... tenemos un diente flojo... ¡finalmente! ella que pensó que no iba a mudar nunca, sobre todo después de que María Eugenia, que nació el mismo día que ella, se hizo con todos los juguetes que le ha dejado el ratoncito. Amelia, al darse cuenta de que ya va a poder poner esos dientes debajo de la almohada y a cobrar lo del ratón, que según ella es mejor que el hada de los dientes porque deja juguetes en vez de dinero, empezó a cantar de la alegría, la famosa canción de 31 minutos “diente blanco no te vayas”, fué cantando y sonriendo y repitiendo a ritmo de cha cha cha “¡ten-go-un-dien-te flo-jo!” todo el camino al colegio. Amelia ha sido como una amiga cool medio loca que siempre me deja sin palabras, recuerdo que con apenas 3 años le descubrí en el cuello un nuevo lunar, un día de esos en que nos despertamos en besuqueo, y le dije... “qué lindo lunar... ¿sabes de qué me dan ganas cuando te veo ese lunar? de darte muchos besos, muchos besos, muchos besos” y así lo hice, ella extasiada, respondió... “¡ay! mañana se lo enseño a mi novio”. Sí, su novio Jeffrey, se hacían cosquillas mutuamente desde los dos años pero cuando llegaron a los cuatro, Jeffrey entró en esa edad en que mencionar a una niña y a un sapo era la misma cosa. Ese coquito, como la bautizó su papá desde el día que nació por pelona, me hizo pasar más de una, un día fuimos a medirle un vestido a la modista y era ya de noche y pudimos ver por la ventana unos fuegos artificiales, la impresión fué tan fuerte que ella gritó con un acento bién Vázquez “¡¡¡ mierrrrrrrrrrda !!!” solo atiné a pensar “gracias tía Lourdes”, ese día ella estaba como en una bajadita en neutro, y yo, bueno,me gustaría decir que estaba estresada, pero no, lo triste es que era un día común y corriente, íbamos mi hermanita, Lourdes (Tita para sus sobrinos) Amelia detrás, yo conducía, hicimos varias paradas, en una de esas, cuando abro la puerta para que ella se suba, le doy las indicaciones de lugar... “Amelia, rápido, siéntate, pega la espalda del asiento de atrás, ponte el cinturón, y estate tranquila”. todavía a mil por horas empezó a hablar como loro, no sé, iba en una ese día. Mi hermanita le dice... “pero Amelia... ¿te tragaste una cotorra hoy?” ella le responde “ay Tita, es que estoy histérica”. Yo, que hasta ese momento solo escuchaba, le dije con tono de madre condescendiente... “ay Amelia, pero... ¿tu sabes lo que es una persona histérica?” a lo que ella responde... “sí, una persona que dice: rápido, siéntate, pega la espalda del asiento de atrás, ponte el cinturón, y estate tranquila”. Claro, y según Cat la histeria se la transmito a mi hija, que se muere antes de salir sin combinar bién su ropa de la casa. Los cuestionamientos que me ha hecho en estos siete años, sobre todo cuando estaba aprendiendo a vivir, a pensar, como el día me escuchó decir “ese lugar estaba desolado” y me preguntó, “mami, ¿un lugar desolado es un lugar que no tiene sol?” su construcción de palabras, construcción de símbolos, cuando estaba aprendiendo a leer, empezó por las vocales, por supuesto, paseando un domingo, vimos un letrero de “no estacione”. Amelia lo miró y lo “leyó” muy segura de sí misma “prohibido decir palabras que empiecen con e”. Mi hija, mía, aunque ella me ha dado lecciones de lo contrario “¡cuando yo era pequeña no veía tanta televisión!” ella me mira y me contesta “ah, pero por eso es que tu te llamas Angie y yo Amelia, porque somos diferentes” ¿como contestar? si tiene razón. Me gustaría mirar hacia atrás y decir cosas bién fresa como “amelia es una llama que enciende mi vida, su sonrisa es como blah blah blah” pero en realidad, como siempre dice ella, “la verdadera verdad” es que es mi amiga cool medio loca.