¡no fumes!

lunes, agosto 29, 2005

La puerta abierta

Ayer bajé a la zona temprano con Amelia. En el café ese de sillas de plástico blanco que está frente al parque Colón nos esperaban Cat y Otto para desayunar, pero antes, y siguiendo las instrucciones de Yolanda, me paré en el mercado modelo a comprar una docena de plátanos verdes, grandísimos. Por cosas de la vida, estacioné el carro justo en frente de la casa de la Santomé. La puerta estaba abierta. Comencé una conversación con Amelia a quien le leí la historia varias veces después de publicada...

- ¿Ves esa puerta? sube hacia la Santomé 402, Altos.
- ¿Ahí es que están tus recuerdos?.
- Sí.
- Tus recuerdos deben estar llenos de polvo.

Me pregunto si ella, dentro de algunos años, recordará mis recuerdos.

jueves, agosto 25, 2005

Por suerte no son kilos

Hoy me levanté 130 sonó el despertador como tiene que sonar para despertarme a mí con insistencia Me paré de la cama y me dí un rico baño caliente me miré en el espejo desnuda y me reconocí como una mujer hermosa mi piel tan limpia mi pelo ensortijado envidiable y otras cosas de las que me siento particularmente orgullosa 125 Recordé cuando un tipo se levantaba a esa hora yo le preguntaba con la mirada si le gustaba lo que veía 125 el me respondía con palabras te podrías ver mejor 100 yo me volvía a mirar 145 me terminé de cambiar en silencio llevé a la nena a casa de la abuela que cuando me vió entrar me recordó que esa noche no iba a poder cuidarla no escuché porqué razones me duelen los brazos me dijo cierra bien la puerta 155 Salí de allí en bola de humo porque como siempre estaba tarde 160 y al llegar me recibió un te espera la doña 180 Resulta que me esperaba para contarme que presentaron mi idea 200 en las oficinas del cliente en centroamérica y que ellos quedaron arriba 160 De vuelta en mi escritorio recibí una llamada del emperador que como siempre me saludaba cantándome una canción de cuna 140 me dijo que necesitaba verme 125 Salí con el pichón a comer 150 comida china 145 y luego a resolver un par de cosas dejé el jeep cerca de la tienda cerré bién por si acaso y camino a la tienda ven gordita vamos para mi casa a hacer ejercicios 220 Llegué de nuevo a la oficina y llamé a la nena mami te amo 180 yo tambien te amo 170 yo te amo más 160 Diseñé por fin esa pieza que había estado creando en mi cerebro y quedó justo como me la imaginé 130 el emperador volvió a llamarme que en que quedamos que me quiere ver 125 que por lo menos un café que estaba buenísimo 150 salí de allí a buscar la nena que se escondía de mí cuando entré a la casa dos minutos después maaaaami 140 llegamos a la casa leímos un cuento 135 ella me dijo que si no era a mi lado no dormiría 125 nos acurrucamos hasta el otro día en que me levanté 130

viernes, agosto 19, 2005

Santomé 402, Altos

Pura, Lourdes y Yolanda, en orden cronológico. La primera era Pura, siempre, abuela Pura, la vieja, la mujer más fuerte y apasionada de la historia. Mi hermana María Teresa debió odiarme muchas veces por ser su cómplice, cada viernes en la noche, por ejemplo. Llegaba la hora de irse a casa, y yo quería quedarme con la abuela, armaba tremendo alboroto, y nadie me negaba ese momento, porque todos sabían que hablábamos el mismo idioma. Y allí iba María Teresa bajando hacia el portón de madera maciza, mirándome como si me quisiera romper la lengua otra vez, y yo, tranquila, aferrada a la mano de Pura en el pié de la escalera, me aseguraba de que se fueran todos, para tenerla solo para mi. La abuela me regalaba sus historias, una y otra vez, de cómo el abuelo se enamoró de ella en un festival de las uvas hacía más tiempo del que yo podía manejar, recién llegada, coronada, paseaba por Villa Duarte con su belleza como pasaporte. Y dicen todos que era hermosa, tanto que aquel Gallego que le triplicaba la edad se quedó sin respiración, como la dejaba sin respiración a ella cuando la intentaba besar, sentados en un banco frente al río Ozama. Abuela Pura hablaba y yo callaba, me cantaba las cancionas menos apropiadas para una niña de 6 años, unas historias trágicas de amor de hermanos que terminaban siempre en sangre o de mujeres envejecidas a destiempo por la pérdida de siete hijos en la guerra. Ella era una gran máquina de repartir abrazos, besos e historias, maravillosamente básica, con ella las noches no terminaban nunca, y los días comenzaban temprano, con pan de agua fresco untado de mantequilla Sosúa y un tazón de chocolate Sobrino humeante y cremoso. Después del desayuno siempre me llevaba con ella al mercado a comprar las verduras, sólo había que cruzar la Santomé, para llegar al mercado modelo, y allí empezaba la fiesta de colores y olores, -¿Pura, de quién es esa?- le gritaban las marchantas, y ella siempre respondía lo mismo, -esta es la rubia de Yolanda-, al llegar a la casa de nuevo, abuela Pura me hacía parte del secreto mejor guardado, codidiciado por todos los nietos, me llevaba con ella a la azotea de la casa, a echarle agua a sus amadas plantas, un espacio que Tía Lourdes había arreglado para ella como un patio español, lo rodeó con paredes escalonadas de hierro negro, con tarros de barro colgados sin orden particular, era un patio gigantesco, recorrerlo me tomaba muchas horas. Cuando finalmente lograba llegar al muro que delimitaba la azotea, empezaba mi lucha, tratando de subirme al muro para poder ver hacia afuera, con mucho esfuerzo, me empinaba para sacar la cabeza y ver la Santomé desde arriba, qué desorden de amigas marchantas y peladores de pollo tan bién orquestrado, yo me quedaba sumida en el abismal espacio entre la azotea y la talbia, y entonces oía la voz de mi abuela, en la distancia, gritando mi nombre, que yo escuchaba muy quedito. En ese momento había que bajar, cerrábamos bién la reja que mantenía a los niños lejos de las delicadas plantas, y volvíamos a sentarnos en la galería a cantar y a contar.

Tuvimos que dejar la casa de la Santomé con esperanzas de respirar mejor en otro lugar, y respiramos lejos de allí por muchos años. Volví casi dos décadas después, a buscar unos trastes viejos que quedaban guardados en la habitación de almacenaje. Entré como quien entra a una iglesia abandonada, tropezándome con mis recuerdos, ahora apreciaba cosas que cuando niña no eran tan importantes para mí, como los mosaicos que formaban hermosas figuras orgánicas y que cubrían toda la casa. Me entretuve un rato y curioseando encontré la escalera que llevaba a la azotea, subí, y como Alfonsina frente al mar, embrujada, crucé hasta el muro, que ahora me llegaba a la cintura, me asomé a ver el abismo, era una simple tercera planta, los olores y el ruido eran los mismos. Escuché la voz de mi abuela quedita a lo lejos otra vez, y me volteé a buscarla. La pared donde empezaba el patio y terminaba mi niñez, estaba a solo tres metros.

miércoles, agosto 17, 2005

La serpenta canta

Hoy, bajo ninguna circunstancia
me puedes ver desnuda,
estoy gestando un cambio de piel
para protegerme de mi misma.
Empezaré por mi ombligo,
mi nueva piel cambiará
desde ahí hasta las uñas de los piés
las primeras seis semanas,
desde ahí hasta la cicatriz en mi cabeza
durante las siguientes ocho semanas.
Mi nueva piel será negra
para que así yo pueda entender los ritmos
de antiguas ciudades a las que no pertenezco.
Será una piel fuerte
que no sentirá el sol del país en el mundo.
Mi nueva piel borrará los vestigios
de lo que pudo ser y no fué,
del amor encadenado por su propio creador.

martes, agosto 16, 2005

Sherlock

¿Qué pasa cuando se mezcla una de las canciones
más cortavenas de la historia y el traductor oficial de la mac?

"Wish you were here" de Pink Floyd según mi sherlock... maravilloso

Así pues, así que usted piense que usted puede decir
cielo del infierno, cielos azules del dolor.
¿Puede usted decir un campo verde
de un carril de acero frío?
¿Una sonrisa de un velo?
¿Usted le piensa puede decir?
¿Y le consiguieron negociar a sus héroes para los fantasmas?
¿Cenizas calientes para los árboles?
¿Aire caliente para una brisa fresca?
¿Comodidad fría para el cambio?
¿Y usted intercambió una caminata en parte en la guerra
para un papel del terminal de componente en una jaula?
Cómo deseo, cómo deseo usted estaba aquí.
Somos apenas dos almas perdidas
que nadan en un tazón de fuente de los pescados,
año después del año,
ejecutando el excedente la misma vieja tierra.
¿Qué usted ha encontrado?
Los mismos viejos miedos.
Deseo usted estaba aquí.

sábado, agosto 13, 2005

Pura pasión

A pesar de no hacer caso a lo que los médicos le exigían, Pura sabía que la muerte llegaría un día cualquiera, y descuidó su nada frágil cuerpo porque le dió la gana. Una y otra vez cayó en cama, alegre de sufrir y de andar de aquí para allá rodeada de seres queridos que la mimaban y la cuidaban, disfrutó al máximo el dolor que le producían las heridas de sus piés, sentía ligeros golpes de placer de pensar que sangraba, cantaba por dentro con la sola idea de estar gravemente enferma. Aunque su cara de rabia siempre estaba colocada como para imprimir el “se busca” debajo de ella, por dentro, había una fiesta. El día que le comunicaron que la diabetes iniciaba su fase final, y que estaban a punto de cortarle una pierna, la felicidad fué tal, que entregó la llave de la vieja pero extremadamente limpia casa a su hija Lourdes con un último y firme mandato “cierra bien la puerta”, cuando Lourdes volvió, Pura ya no estaba.

martes, agosto 09, 2005

Quiero

No hago siempre lo que quiero
quizás es lo mejor
que sería de mi
si hiciera siempre lo que quiero?

Quiero enterrarme clavos en los brazos
y sangrar mucho
quiero atravesarme la cabeza de un balazo
y dormirme
y despertar en 6 años
con el pelo muy largo
y encontrar gente al lado de mi cama

Me pregunto ¿quienes serían?
mi madre, es seguro,
mi tía, ciertamente,
no mi amante
ni mi hermana
ni mi hija

Quiero irme, volar lejos de aquí,
solo para descubrir cuando llegue
que en realidad quiero estar aquí,
donde el sol te toca la cara,
te la golpea, mas bien

Quiero que el amor me encuentre
quiero ser besada
quiero ser tocada
quiero que me muerdan los brazos
mis rechazadas muñecas
¿porqué rechazadas?
son tan suaves
me lo dijiste

Quiero encerrarme en el baño
y arrancarme el pelo por montones
y golpearme la cara,
ver si ese golpe me hace darme cuenta
de que no necesito a nadie
solo a mí misma

(Escrito bajo la influencia en marzo del 2002)

lunes, agosto 08, 2005

Voy a matar al periodiquero

Lo voy a matar, lo decidí, porque el maldito, se ríe de mí, lleva seis meses en eso. Yo voy tranquila, pensando en mis asuntos, oyendo a Janis Joplin, en otro sitio, seguro que con la cara puesta, la peculiar cara de enojo que me caracteriza, aunque esté pensando, por ejemplo, en Amelia, viendo la película de ayer, ¡qué libertad!, cuando Stuart Little cayó del edificio, empujado por el por el halcón, ella pegó un grito y luego soltó su particular carcajada. Yo no la mandé a callar, la dejé ser ella. Me paré en el semáforo de la Fantino Falco, esquina Lope de Vega, y el periodiquero se me acercó, a ofrecerme el periódico. Yo lo miré, con un gesto rechacé su oferta. Y entonces lo hizo. Se empezó a reir. ¿De qué se ríe? no lo sé, pero todos los días hace lo mismo, reirse, poco le falta para soltar una carcajada igual a la de Amelia. Usualmente me dan ganas de preguntarle qué diablos es lo que le produce tanta gracia. Pero hoy, bajé el vidrio, y con mi arco imaginario le atravesé una flecha en la garganta. Pero el seguía caminando como si tal cosa. Y riéndose. Riéndose de mí.

(escrito en agosto del 2002)

viernes, agosto 05, 2005

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miércoles, agosto 03, 2005

La cultura Cuesta

No diré cual, pero hoy llamé a la librería más grande y completa del país, buscando un libro recomendado que lleva el título de "La máquina de triturar niñas" de Tonino Benacquista; "una colección de cuentos cortos de una intensidad absorbente" según la crítica que leí. Debo tenerlo, me dije. Primero lo buscaron y no lo encontraron, y luego me trataron de convencer de que el libro no existía, la prueba, según ellos, es que el título era muy raro y macabro que a lo mejor me habían jugado una broma. Hay que oir cosas. Si saben de él, y donde puedo conseguirlo, me avisan. Fácil que es del mismo autor que "las manzanas podridas" y "el columpio del barco"... eso es un chiste interno que no se publica en blog, luego me dicen y se los cuento personalmente para no herir susceptibilidades. Qué pena que no apareció, y yo que ya estaba imaginándome a Amelia leyendo el título y haciéndose ciertas preguntas, -es un manual ilustrativo que compré- le respondería.

... y el olor de la hierba

[Mimetizar: adquirir el color, apariencia, etc... de las cosas o seres del contorno.]

Subía la loma en mi jeep más preocupada por el pavimento mojado que por disfrutar del paisaje. Todo el camino desde la caótica entrada a Jarabacoa hasta Rancho Baiguate iba pensando en Pilar, en su cara de blanca porcelana, en su contagiosa sonrisa, que ni la radioterapia logró borrar, en sus canciones atrevidas que nunca pasaban de fucsia, en el cuento aquel de la pueica papacota. Pilar siempre hablaba de Jarabacoa porque su esposo era de allí, hablaba de lo escabrosa que era la carretera, y lo poco que le gustaba, y yo trataba de ver el trayecto a través de sus ojos, la imaginaba haciendo el mismo camino que hacía yo. Cuando tomé la ruta para llegar al Rancho empecé a escuchar el “bonzo’s montreux” de Led Zeppelin a todo volúmen, y mi pensamiento se separó de ella. Viajábamos solas la nena y yo, ella ansiosa por disfrutar de la piscina para ella, y yo ansiosa por disfrutar del paisaje de montaña y del olor de la hierba. Llegamos tarde, justo a tiempo para la primera cena, que iba a ser servida en el comedor para nosotras y un gringo que andaba desubicado, no había más nadie en el Rancho. El comedor era una casona típica amueblada con mesetas rústicas de madera, había poca luz y poco ruido. A través de la penumbra se podían observar con poco detalle los cuadros que decoraban el comedor. Ninguno era muy hermoso ni muy feo, pero uno de ellos me impresionó al instante. Era una interpretación simple, con trazos casi básicos, de una mujer, con la mirada perdida, triste, sosteniendo en su mano derecha un corazón de Jesús, era idéntica a Pilar. El gringo se sentó a cenar justo debajo del cuadro, de repente y ante mis ojos, empezó a tomar la misma posición, la misma mirada triste y el mismo tono azul del cuadro, su cara se empezó a convertir en una suerte de golpes de pincel, y toda la escena tomó la misma forma. Durante largos minutos estuve observando el fenómeno que no atribuí al cansancio y simplemente disfruté. A día siguiente durante el almuerzo sucedió exactamente lo mismo, esta vez quien se mimetizaba era una abuelita alemana, que hacía unos minutos se había estado ufanando alegremente de que a sus 65 años, había hecho rafting sin ningún incidente lamentable. Se sentó en el mismo lugar que el gringo, y su pelo empezó a cambiar de blanco a negro y su piel empezó a rejuvenecer como aquella mujer del cuadro, sin duda ella estuvo más a gusto que el gringo, o tal vez el efecto de la luz del mediodía hacía ver mucho más felices a las dos mujeres. A las siete de la noche ya me urgía cenar, venía decidida a sentarme en la misma silla que el gringo y la abuelita. Llegamos justo cuando abrían la casona, senté a Amelia frente a mí, pensé que ella sería el perfecto testigo del fenómeno, que todavía no sé si sucedió, y aunque mi cuerpo no se metió dentro de aquel cuadro, mis pensamientos sí, y esa noche disfruté de un momento que he imaginado muchas veces durante los últimos casi cinco años; esa noche, cenamos juntas Pilar y yo.